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Por Miguel Ángel Sandoval

15 de noviembre de 2018

(Pistas en síntesis para tratar de entender nuestra época)

Introducción.

Las notas siguientes van dirigidas de manera particular a algunas expresiones de la izquierda guatemalteca, a efecto que puedan profundizar en una discusión indispensable y que al mismo tiempo les ayude a superar los textos y las consignas que no tienen, de manera general, mucha profundidad.

Ya es mucha la discusión sobre el fracaso de la democracia en nuestro continente y más allá, y sobre la necesidad de encontrar las vías, los caminos, las fórmulas para poder avanzar en nuestras sociedades. Algunos se animan a decir que lo que fracasó fue la democracia burguesa, sin intentar definir cuál sería otro tipo de democracia, ¿proletaria quizás? Y de otra parte se evita de manera escrupulosa hablar de la debacle socialista de la URSS para decir algo, mientras se cierran los ojos ante el fracaso de Brasil y los errores estratégicos del partido de gobierno.  Hace falta pensar en avanzar. Avanzar, si ¿pero hacia dónde?

Es algo que no se discute o se piensa en verdad muy poco. No pocos artículos o ensayos incluyen interesantes citas de Marx o de Lenin, los más audaces de pronto citan a Trotski o Rosa Luxemburgo. Alguien de por estas tierras se atreve con Mariátegui, y alguien más que dice que el marxismo no tiene nada que ver con los pueblos indígenas.  Solo que no se sabe el sentido de esas citas. Quizás para demostrar que han leído un par de libros, o que en el fondo son de izquierda roja, etc.  El asunto es que no se dicen los temas centrales que deberían animar el debate necesario que nos hace mucha falta.

Y por supuesto hay el discurso que tiene origen en las ideas de la postmodernidad y aquellas del fin de la historia con la ocurrencia que las ideologías no tienen ya mayor sentido. Es una mezcla que no nos permite ver el camino hacia donde podemos ir con las herramientas que tenemos en las manos. No obstante, la idea de que las demandas sociales son animadas desde la izquierda es una predica constante de la derecha que se niega a modificar esa idea y la dice por todos sus medios y con toda la fuerza.

El comunismo existe porque la derecha sigue, como antes, con la necesidad de contar con un enemigo que se ha convertido casi en una especie de Chupacabras o la Llorona; ahora sí, es el fantasma que recorre nuestras sociedades. Es un fenómeno en donde se mezclan los bajos índices de educación, el control de los medios de comunicación, y el permanente discurso que desinforma.

Y en ello hay algo crucial. Se rechaza la democracia porque según esto, es la causa de los fracasos, sin mencionar, por supuesto, los errores, a veces monumentales cometidos por la izquierda y por los progresistas de todas las denominaciones. Aquí es cuando se hace responsable de todos los males al imperialismo y sus aliados, sin tomar en cuenta los errores que se cometen. A título de ejemplo hay el caso brasileño. Aquí la corrupción de diversas formas hizo su irrupción, por acción u omisión pero se hizo presente. Nada se dijo pues finalmente eran compañeros.

Y nos quedamos como en la tira cómica, echándole la culpa del calor al imperio.

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En Guatemala hacia finales de la guerra, en el los años últimos del siglo anterior, uno de los intelectuales orgánicos de la derecha decía, con razón me parece, que la democracia era hija natural de la guerrilla, con la paradoja que ésta nunca había querido asumirla como producto de sus luchas. Todo ello como resultado de cierto dogmatismo que aún no se aleja de las filas de las llamadas izquierdas.

Como recordatorio vale la pena señalar que en Guatemala las dictaduras se sucedieron durante muchos años y que ello fue uno de los ingredientes para la insurrección armada, que llegado a cierto nivel de desarrollo, obligo a las elites y a los militares a dar paso a la democracia, controlada si se quiere, tutelada si se quiere, insuficiente también, pero que sin la acción de la izquierda esto hubiese sido imposible.

Ahora más de 20 años después de la firma de la paz, uno de los pensadores de la izquierda que nos han informado con mucha lucidez Boaventura De Souza, dice: la izquierda está llamada a rescatar la democracia liberal, en el entendido que debe ser unida. Este planteamiento de unidad no se dirige solo a las izquierdas nacionales sino que se dirige también a las coaliciones internacionales, a los esfuerzos de generar causas comunes. Una idea importante es la defensa de la unión europea para impedir nuevos abandonos como el famoso Brexit. Resumo la idea: la situación actual presenta retrocesos tan graves que la democracia liberal aparece como un objetivo a alcanzar por las izquierdas, en la medida que el socialismo no está, ni de lejos, a la orden del día.

En las notas que siguen se intenta con grandes trazos dibujar una situación que no siempre se toma en consideración y por ello los proyectos que se impulsan tienen poca viabilidad. Creo que debemos en la actualidad reforzar la lucha por ampliar la democracia, por dotarla de contenido económico, social, político, rebasando lo meramente electoral, y las formas anquilosadas de las instituciones que la integran. Se dice relativamente fácil pero ese el camino que tenemos por delante.

-I-

Se sigue proclamando el socialismo o la revolución, como lo dicen los libros,  pero no se hacen los planteamientos indispensables en una coyuntura mundial como la actual. Muchas veces los planteamientos sobre la urgencia del socialismo se hacen ignorando la realidad. A modo de ejemplo, no se dice nada sobre la implosión de la Unión Soviética, que dio paso a una economía de mercado con fuertes tintes neoliberales y a un modelo político realmente autoritario. En La vieja Unión Soviética el socialismo fracasó. Ese imperio ya fraccionado es lo que en la actualidad hereda Rusia. Lo que fue una alianza tiene ahora a Estonia, Lituania y Letonia fuera de Rusia, Igual que Ucrania y otros países más.

Se puede argumentar que lo que fracasó fue el modelo soviético, que Marx está más vivo que nunca y se desparraman citas, historias, y convicciones rotundas. Pero el tema es que el socialismo dejó de existir; un caso, Alemania oriental se unió a la Alemania occidental y los orientales se encuentran felices y contentos en el mundo capitalista.

Lo mismo ocurre en el que fue denominado campo socialista, del cual las nuevas generaciones no tienen ni la menor idea. Nacieron en el siglo XXI y las desgarraduras de las izquierdas en el siglo pasado no forman parte de su historia, de sus intereses, de su formación. Es la verdad, nos guste o no. Son generaciones que no tienen ninguna idea de que es o que fue el socialismo.

En ocasiones he escrito o dicho, que vivimos en una situación como la que se describe en un par de líneas en las Memorias de Adriano, de la escritora francesa Margarite Yourcenar. “Vivió cuando los viejos dioses ya no estaban y Cristo no llegaba todavía”.

Un momento de soledad del hombre, filosóficamente hablando,  buscando las razones y las vías y caminos para darle un rumbo cierto a la vida entonces. Si no se entiende la metáfora quizás haga falta decir que “los viejos Dioses” son el socialismo y el Cristo que aún no llega, podría ser el modelo nuevo o reformulado del socialismo. Quiero decir que proclamar el socialismo hoy no es suficiente, que hace falta pensar en las realidades de hoy y en las soluciones a los temas y problemas de hoy. Si es algo diferente al socialismo pues ya veremos.

Es tan grave la confusión que incluso un enemigo acérrimo del socialismo como Fukuyama, hoy dice que habría que volver al mismo, solo que no se anima a decir que tipo de socialismo. En pocas palabras, entre impulsores del socialismo y sus detractores no hay ideas claramente definidas ni rumbo más o menos probable.

Por supuesto que no estoy en favor del capitalismo y todos los adjetivos que se le quieran poner, y que me repugna la idea de la explotación del hombre por el hombre. Especialmente en su versión de finca al estilo guatemalteco conservador. Pero hoy día nada de lo que se proclama como socialismo tiene en verdad mucho sentido. Así, no es China un país socialista, pues ha construido una economía capitalista de primer orden, con el control del estado es cierto, pero capitalista de Estado se podría decir,  y con el partido como expresión de una experiencia histórica que es algo ya superado por antidemocrático.

Que China tenga hoy una férrea competencia económica e incluso política con los EEUU no le adjudica calidades que no tiene a su modelo. Es lo mismo con el proyecto de los BRIC. Se trata nada más de unir esfuerzos para poder asistir a la mesa de los grandes en materia económica con alguna posibilidad, todo con un modelo económico capitalista, pero eso no es la alternativa que buscamos.

Otro tanto podemos decir sobre las experiencias de Corea o de Vietnam. Construyen algo que se parece en el discurso al socialismo pero en verdad están desarrollando una economía y modelo político de ribetes capitalistas. Son los hechos y sobre ellos es necesario fijar nuestra atención no sobre las gloriosas páginas de la historia de la guerra de Corea o  de Vietnam y las victorias sobre los imperios de Francia y los EEUU.

Hoy la economía de Vietnam crece a una tasa anual de 6%. Ello durante unos 25 años lo cual la hace ser el quinto tigre asiático. Es un desempeño que envidian en cualquier país de nuestro continente. No obstante, ese crecimiento económico no es en verdad de orientación socialista sino que capitalista. Son los hechos. Hay críticas sobre esto que se señala, pero es innegable que el sentido de organización desarrollado durante la guerra y la laboriosidad de ese pueblo dan como resultado la prosperidad que presenta hoy.

Y esta Cuba. Acaso el proyecto más querido de nuestras últimas dos o tres generaciones de gente con ideas revolucionarias, el ideal de miles, de millones, con la figura de Fidel y el desafío de vivir de forma diferente en la cercanía de los EEUU. La revolución cubana de 1959 hizo en estas décadas más de lo que podría alguien esperar de ella. Se convirtió en un ejemplo de lucha y de vida. De eso no quedan muchas dudas.

Durante años haciendo esfuerzos por sobrevivir con las ideas socialistas y generando un ejemplo de internacionalismo difícil de comprender sin ver de cerca las epopeyas realizadas por el pueblo cubano con el impulso de sus dirigentes, Fidel en primer plano. Es la historia del bloqueo inenarrable sufrido por ese pequeño país (tan grande como Guatemala en territorio) y una referencia mundial por sus principios y por sus luchas en muchas décadas y continentes.

África o América Latina son el mejor ejemplo de lo que se dice. Argelia tuvo el apoyo de la naciente revolución, Angola obtuvo su independencia de la mano de tropas cubanas, Suráfrica vio la derrota del apartheid con apoyo cubano lo mismo que Namibia. En nuestro continente son incontables las muestras solidarias del gobierno y el pueblo de Cuba.

Doy fe de los servicios educativos y de salud de esa revolución. De los miles y miles de médicos en las zonas más inhóspitas de los países más pobres. De la generosidad, de tantas cosas. Y de los errores de distinto tipo, unos de naturaleza económica como aquellos vinculados a la producción de la caña de azúcar, que de producir 6 0 7 millones de toneladas, ahora solo produce un poco más de una;  o los de naturaleza ideológica, amarrados a un esquema que vemos poco funcional, o su tendencia autoritaria.

Pero ahora la realidad nos dice que la sobrevivencia de esa nación con su revolución, que no avanzó lo que se esperaba en parte por el entorno mundial, tiene una dosis de pragmatismo que en alguna ocasión hubiese sido considerada una absoluta traición a los principios fundadores.

Ahora la primera revolución socialista de América, busca en el mercado soluciones impensadas, en las reformas constitucionales que hacen del respeto de la propiedad privada un tema central, que dan rienda suelta a los emprendedores privados, que poco a poco pueden poner en riesgo los principales logros de medio siglo. Agrego: no tienen alternativa a ello.

El credo de la revolución cubana, profundamente ético, ha dado paso al pragmatismo si se quiere controlado, pero sobretodo, en medio de una especie de dejar hacer y dejar pasar. La ética vive el sueño de los justos. Son memorables las intervenciones de Fidel en sus discursos o entrevistas haciendo gala de conceptos como el honor, la lealtad, la honradez. Del mismo modo que el Che, cuando decía que “nosotros ponemos el pellejo por delante” o su renuncia a los cargos de ministro, de comandante o su condición de cubano, para decir que habían otros lazos, y estos de orden ético-moral.

Más cerca de nosotros hay la experiencia del socialismo del Siglo XXI. En verdad nada que nos permita afirmar que el socialismo existe en la actualidad. Quizás fue el mejor calmante ante el desastre ideológico y político que significo el derrumbe del llamado socialismo real, pero más que eso no. Es incuestionable que al momento de ser planteado, casi de la mano del surgimiento del Foro de Sao Paulo, fue un bálsamo para una izquierda continental que se encontraba herida en lo más profundo. Pero luego de ese momento de remanso, la realidad volvió a imponerse con toda su crudeza.

Vivimos casi como un sueño, por lo demás muy corto, la emergencia de gobiernos democráticos o progresistas en el continente que poco a poco se fueron apagando, luego de hacer ingentes esfuerzos por una mejora en la condición de vida de sus pueblos. En uno de los errores de mayor monta, se condujo al Foro de Sao Paulo, a comportarse como una caja de resonancia de gobiernos que si bien tenían componente de izquierda en los partidos políticos que los impulsaban, sus programas dejaban mucho que desear, situándose en el asistencialismo o en el clientelismo que tanto cuestionaban, o dicho en términos mucho más crudos, fueron gobiernos que en su mayoría administraron la crisis capitalista.

Es el caso de Brasil o Ecuador, de Argentina o Venezuela. Al no establecer una línea fronteriza y de adyacencia entre los partidos y gobiernos el resultado fue una izquierda revolucionaria alejada de las decisiones y sin capacidad de reacción ante los errores. La confusión hizo el resto. En todos los casos hay involución, el retroceso lleva a esos países a condiciones semejantes a las de la década perdida. Es la catástrofe.

Como siempre, hay la excepción de la regla, y en este caso Bolivia presenta rasgos de interés para el análisis. Habría que ver lo que puede pasar luego de que Evo Morales finalice con sus periodos de gobierno. Sin embargo hay una realidad inocultable: en la actualidad la imagen de Bolivia no es la de un indígena en pleno lamento, sino de un pueblo orgulloso de sus raíces y consciente de sus derechos. La indianidad de Bolivia se proyecta a nivel internacional con éxito.

Los gobiernos progresistas sucumbieron en cadena, casi como alcanzaron el poder, y los partidos quedaron relativamente en buenas condiciones, solo que con propuestas desfiguradas, sin encontrar el tono de la crítica hacia los errores cometidos o el elogio hacia los éxitos obtenidos, en medio de una ofensiva política e ideológica de las derechas conservadores o neoliberales que hacen muy difícil que en los próximos años se pueda reeditar una experiencia semejante. Los errores hicieron su trabajo en esta debacle de los progresistas.

-II-

Hay un periodo de capitalismo neoliberal que no conoce descanso, y hay una disputa de mercados, de territorios, de áreas de influencia, de referentes ideológicos y de otras formas de control del pensamiento como las renovadas corrientes fundamentalistas. Pero en ningún caso la revolución mundial se encuentra a la orden del día, en la práctica, en la realidad, con los datos en la mano. Se retrocede en muchos terrenos.  Y hay una ofensiva ideológica múltiple, que tiene en el fortalecimiento de expresiones religiosas fundamentalistas un punto de apoyo.

Es cierto que el imperialismo ha actuado y mucho en los países para revertir sus avances, para imponer su modelo y esquemas, pero eso es lo que siempre supimos: si se le daba chance a los imperialistas, al capitalismo, al enemigo, pues ocupaba espacios, imponía su modelo, nos derrotaba. No había revolución eterna, pues como siempre supimos, toda revolución debía ir hacia adelante o fracasaba. Lo mismo con los gobiernos progresistas que con las revoluciones triunfantes. Pero también sabíamos que los esfuerzos aislados no tenían mucho futuro.

Pero ese ir hacia adelante solo podría hacerse si de forma simultanea se sumaban esfuerzos, tanto nacionales como internacionales. Hoy vemos, particularmente en lo interno, más fraccionamiento que nunca. En el caso guatemalteco, hay al menos unas 6 o 7 expresiones de izquierda marginales y con la idea de que cada una de ellas es poseedora de la razón sobre las otras. La unidad  de esfuerzos tácticos o estratégicos,  es una utopía.

Ante el fracaso de las revoluciones socialistas y de los gobiernos progresistas lo que impera es la pobreza ideológica y política, el individualismo rampante, y porque no decirlo, formas de corrupción que minan por dentro los proyectos revolucionarios y progresistas.

Es un hecho que en verdad no necesita demostración, que la democracia tiene resultados poco entusiasmantes en nuestra región y más allá, en otras latitudes. Pero es un hecho igualmente incontrovertible, que es una herramienta, o un modelo, que demanda participación y ahora lo sabemos, resultados. Las urnas no son el inicio y el fin de eso que llamamos democracia. Hacen falta resultados económicos, distribución de la renta nacional, un clima sano no solo para los negocios sino en primer lugar, para la gente de pie. Lo contrario es el desprestigio de la democracia y el terreno para que ocurra cualquier cosa, especialmente ahora que el modelo socialista no tiene perfiles ni contenidos claros y definidos.

Pues si algo es necesario tener claro es que la agenda socialista no es la de China, ni la de Vietnam, o la de Venezuela. Acaso para estos países lo que hacen y lo que impulsan sea suficiente, y se corresponda con lo que ellos entienden como socialismo, pero no para la mayoría de esfuerzos a nivel planetario.

En otra dirección y a manera de ejemplos para darle alguna concreción a nuestro análisis, el desempeño en Brasil de Bolsonaro o Juan Orlando Hernández de Honduras, nos hablan de una tendencia conservadora amarrada al fundamentalismo religioso.  Fue el riesgo que no hace mucho corrió Costa Rica cuando un cristiano fundamentalista llegó a la segunda vuelta y finalmente fue derrotado por la sensatez. Es lo mismo en otros países, en donde tendencias conservadoras desgastan los procesos democráticos y asistimos a derivas autoritarias.

Es la ruta de Filipinas, Australia, Polonia, Rusia o Colombia. Los retrocesos son notables en particular en temas como los ambientales, en donde Brasil o Australia reniegan de los temas de Kyoto y otros instrumentos de esa naturaleza, a la imagen de Trump.

Al tiempo que hay sociedades cada vez más empobrecidas y al mismo tiempo, cada vez más conservadoras. Es como diría el Che, “un momento ilógico de la humanidad”. Tomando en cuenta un contexto como el señalado, un planteamiento en cuanto a que las izquierdas podrían ser la tabla de salvación de la democracia liberal, no es para nada descabellado y si motivo de una amplia y profunda reflexión.

Es en medio de esta situación que tenemos que desarrollar nuestra lucha por un mundo mejor, por una sociedad más libre y más democrática, por un mundo en donde seamos cada vez más iguales. No es fácil pero tampoco es imposible.

 

 

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