La esperanza: para que no se repita el pasado

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Créditos: Cortesía.
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por: Rigoberto Ordoñez

Como todos los domingos, éste día hay deportes en los campos y canchas, las familias o las parejas se van de paseo, de igual manera se va al culto o a la misa en las iglesias, en fin es un día de descanso.

A diferencia de un domingo tradicional, para el pueblo Q’eqchí la dinámica es distinta, es un domingo para repensarse desde la marginación y discriminación, para repensarse frente a la nueva invasión, esa que llega con el falso discurso de “desarrollo” pero que se instala con las balas y la mentira.

Desde las comunidades en Alta Verapaz, Izabal e Ixcán, Quiché el viernes 14 de agosto nos llegó un grito de auxilio, la fuerza del llanto de temor de los niños, el grito de las mujeres pidiendo ayuda, exigiendo no ser golpeadas, ni detenidas, ni enchachadas sus manos.  Sus voces retumbaron por los valles, ríos y montañas de todo el territorio Q’eqchí.

El  jueves 14 de agosto había llegado el Estado a las comunidades, no para resolver los problemas históricos que aquí tenemos, sino para demostrarnos como funciona su aparato, la institucionalidad democrática que tanto arenga, esta vez financiado por los millones de propinas que le dan las empresas, llegaron sobre las ruedas de máquinas que destruyen y aplastan la vida que de la tierra brota.

En Samococh hubo detonaciones, cientos de bombas lacrimógenas, luego disparos, la gente los escuchó como los cuetes de las fiestas, pero esta vez no había alegría, esas armas se detonaron contra el pueblo, la tierra se llenó de muerte, tres campesinos defendiendo sus derechos no regresarán jamás.

Las balas del Estado también dejaron numerosas personas heridas, secuestraron a dos vecinos de Raxruhá. Las fuerzas de seguridad portraban más de 2000 armas,  llevaban en sus manos listas de nombres, en donde supuestamente se plasma la voluntad de un juez por detener a algúnos líderes, porque así lo manda la empresa ENERGUATE por un lado e Hidro Santa Rita por otro.

El odio llegó en cientos de patrullas, miles de botas ensuciaron el territorio, se llevaron a 22 personas, a otras las mataron. Decenas de familias huyeron a la montaña buscando nuevamente su protección, dejaron todo en sus casas y el Estado invadió la propiedad privada y nuevamente desplazó de manera forzada a la gente, de la misma manera como en el año 82, igualito cuando se dió el Genocidio.

La sangre llama…

El recuerdo del horror regresó a nuestras mentes, se instaló por un segundo, al siguiente retumbaron las montañas con el grito de auxilio y nuestros sentidos despertaron, la sangre corre más rápido, la tierra reclama la sangre en su suelo y la agresión a uno es la agresión para todos.

Las voces desde Monte Olivo, los gritos desde Raxuhá y Samococh encontraron eco, las manos cargaron con lo necesario, sombrero, comida para el camino y nos pusimos en marcha, bajo el frío o la lluvia, y fue así llegamos a Cubil Guitz. Entonces salimos 300 personas desde Copala “aa” La Esperanza.

Nos tomamos la calle principal, quienes odian la vida nos atacaron, pero no estábamos solos y otros se nos fueron sumando. Otras comunidades salieron en el Estor, en el Polochic, a todos nos movió la solidaridad y la indignación.

Otros nada dijeron, se hicieron los mudos y los sordos, ni las iglesias, ni la diócesis de Alta Verapaz, ni los partidos políticos dijeron nada frente a la represión del Estado, la oficina de derechos humanos poco quiso hacer.

Actuaron como en los años ochentas

En el cielo estaban los helicópteros artillados, mostraban sus ametralladoras de lado a lado, iban y venían, pasaban sobre nosotros una y otra vez. También sobrevoló otro helicóptero privado seguramente de un finquero o un empresario viajando en esa máquina.

Desde arriba guiaban el camino de 60 patrullas, miles de agentes de la policía buscaban salir del territorio, tenían tres días sin bañarse, quizá sin comer, a varios les olía mal el trasero. Llegaron hasta donde estábamos y los oficiales nuevamente les ordenaron hacer la formación y avanzaron con sus escudos hacia nosotros.

Creyeron que el miedo nos desmovilizaría, pero el miedo nunca llegó, mujeres y hombres luchadores plantados en la calle dijimos “basta”. No cedimos un solo milímetro ni les dimos el paso libre, uno de los oficiales no podía controlar el temblor en su brazo al hablar con nosotros, éramos pocos sí, pero con la fortaleza colectiva de defender la vida.

Respondimos y resistimos

Las comunidades nos movilizamos, llegamos con los primeros rayos de sol y nos retiramos al entrar la noche, logramos nuestro objetivo decirle al mundo que Monte Olivo no está solo y nos movimos hasta que el ultimo agente se fue.

A Cubil Guitz también llegaron autoridades de la región, llego Daniel Pascual y Amilcar Pop, fueron a Monte Olivo y regresaron con la noticia que la policía debía salir del territorio, la gente no contuvo el grito de alegría… “el pueblo unido, jamás será vencido”, “Aquí manda el pueblo el gobierno obedece”, “el color de la sangre jamás se olvida, los masacrados serán vengados” y “ríos para la vida no para la muerte.”

En nuestra comunidad Copal “aa” la Esperanza este domingo habrá reunión, vamos a proyectar en una pantalla gigante todo lo ocurrido estos tres días para aquellos que no pudieron sumarse a nuestra lucha, tenemos que analizar la realidad para que la historia de horror no se vuelva a repetir. Así construimos a las nuevas generaciones portadoras de paz, aunque por ahora tengan que luchar.

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