Créditos: Quimy De León
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por: Glenda García García

Es inevitable estar en el juicio y no recordar eventos vividos o escuchados a lo largo de los años.

Dice Benedicto Lucas que a la guerrilla la atacaron en combate, frente a frente, en las montañas. Al escuchar sus palabras los recuerdos se hicieron presentes. Lugares, eventos, nombres e historias que contar, como una de tantas mañanas de 1981 en que hombres vestidos de particular llegaron al instituto de mi hermana y se llevaron a uno de sus compañeros de estudio que entonces habría tenido 15 años.

Dice Benedicto Lucas que en Guatemala no hubo prisioneros de guerra porque la nuestra fue una guerra irregular, entonces recordé el Diario Militar en que quedó el registro de la captura de 183 personas; mujeres, hombres y también menores de edad. Juanito y Quirina están ahí registrados, no había montañas de por medio, no eran guerrilleros atacados en combate. Fueron capturados, torturados y desaparecidos.

Tampoco había montañas en la casa de la familia Portillo cuando el 11 de septiembre de 1981 se llevaron a Rosaura, Glenda y Alma, las tres menores de diez años que no eran guerrilleras.

Dice Benedicto Lucas que los retenes militares se realizaban sólo cuando sabían de alguien que viajaba con armas o propaganda. Recordé cuando militares del ejército, uniformados y con armas, nos bajaban de los buses en la ruta entre San Martín Jilotepeque y Chimaltenango y hacían registro de todas las personas, mayores y menores de edad. Eran retenes cotidianos, regulares.

Fernando, en la sala donde se lleva a cabo el juicio, me recuerda que Benedicto Lucas también ha dicho que todo eso ya pasó.

El tiempo habrá pasado pero el dolor y la memoria de lo vivido permanecen en la familia Molina Theissen, la familia Armira y la familia Portillo.

La memoria podrá traicionar, podrá jugar con los recuerdos, pero hay hechos que jamás se olvidan, que se quedan grabados para siempre en el cerebro y en el corazón.

Una cuadra corriendo tras Marco Antonio se transformó en 37 años de búsqueda tras él y ese hecho se constituye en un doble crimen cometido contra doña Emma y contra cada familia que sigue esperando a sus seres más amados.

“Estoy aquí y estoy viva” dijo Ana Lucrecia Molina Theissen y prosiguió, “me falta algo siempre y es él, es su presencia”.

Nos faltan nuestras niñas y nuestros niños desaparecidos durante la guerra. Nos faltan nuestras niñas calcinadas el 8 de marzo de 2017. Ellas y ellos representan el potencial perdido que Guatemala jamás recuperará. Nos dolerán siempre. Les amaremos toda la vida, generación tras generación.

Tenemos de nuestro lado la esperanza y la fuerza que nos enseñan mujeres como doña Emma, María Eugenia, Emma Guadalupe, Ana Lucrecia, Froilana Armira y Adriana Portillo-Bartow, entre tantas otras mujeres de amor y de lucha.

Qué lindo saber que ustedes existen.

Quisiera decir, con certeza y con el corazón,

Emma, volveremos a tocar el cielo con las manos.

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