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Redacción: Quimy De León

Hoy 19 de noviembre de 2017 falleció Mario René “el choco” Matute García – Salas escritor, psicólogo, poeta y huelguero, un hombre de izquierda.

Nació en la ciudad capital de Guatemala el 20 de agosto de 1932. Quedó ciego a los 3 años. Se graduó como maestro de primaria en la Escuela Normal Central para Varones. Recibió varios premios nacionales e internacionales en cuento, poesía y novela. Entre sus publicaciones destacan “El problema psicosocial de la ceguera, Cuentos en carreta, Sueños cóncavos, Ciudad ausente, El nahual y otras sombras y Los alcatraces, esta última en sistema braille”.[1]

“En Guatemala y otras partes del mundo fue conocido como Choco Matute, no son pocos quienes en México lo llaman Matutino, también se le recuerda cuando tenía el pseudónimo compartimentado de Orlando en el movimiento revolucionario guatemalteco, y sólo cuando le mandan invitaciones le colocan su verdadero nombre: Mario René Matute García-Salas.

¿Cuál fue la respuesta de este hombre al cual familiares y amigos lo ayudaban como lectores? Prevaleció el espíritu matutiano para superar adversidades. Su familia y él nunca solicitaron un trato especial y logró graduarse como psicólogo con la tesis El problema psicosocial de la ceguera (1972). Un enfoque audaz desde la perspectiva humanística. Este estudio es un triunfo a la perseverancia y, esencialmente, un derecho asumido por Mario René para entregar un aporte de investigación con calidad académica a la sociedad guatemalteca. Esta actitud ha sido parte de su vida. Por esta razón escribe en su libro de poemas Ciudad Ausente: “La vitalidad incontenible/ que hierve en la entraña de la selva”.

Mario René fue un escritor y poeta de izquierda. Sin ataduras dogmáticas y abierto al pensamiento plural. Por su actividad política fue perseguido en Guatemala y obligado a ser parte de las migraciones forzosas. Mario René vivió exiliado en Costa Rica y a partir de 1984 se acogió a la tradicional política mexicana de exilio. Estar fuera de su país en forma obligada fue difícil, pero Mario René lo convirtió en fortaleza para continuar luchando por una Guatemala democrática. Esta situación explica lo expuesto por Mario René en una entrevista: Mantengo -dijo- una estabilidad aceptable en nuestra singladura cotidiana por sobre la turbulencia de las crisis, las evocaciones y los antojos de futuro.

Fotografía: Ricardo Ramírez Arriola /360gradosfoto.com. archivo360.com

Mario René no requirió de sutilezas líricas, complicaciones retóricas o exaltaciones apologéticas. Su sensibilidad estética ha sido esencial para ser galardonado en diversas ocasiones. En 1995 su cuento El Saxofonista obtuvo el primer lugar en el concurso que convocó en Lima, Perú, la Unión Latinoamericana de Ciegos. El hecho de ser un escritor genuino se confirmó una vez más cuando ganó en dos ocasiones los Juegos Florales de Quetzaltenango con los cuentos El brujo, El gato y El suicida. En 1995 obtuvo el premio único de ensayo convocado por la Fundación “Mirna Mack” y AVANCSO con el trabajo denominado Desarraigo. Estos factores permiten afirmar que cuando el lector tiene en sus manos un libro de Mario René, de inmediato se establece una empatía con él porque expresan vitalidad humana.“[2]

¡Ay, ay, ay! ¡Esto de los entierros siempre se me presenta en la conciencia con amenazas de cosquillas! Cualquier cosa podía darme risa, y de hecho, más de una vez tuve que salirme de los funerales a causa de ataques incontenibles de risa, provocados por un chiste, por algo que no concordaba con el contexto, por lamentaciones hipócritas de algún intruso…

Pero ahora no puedo reírme porque se trata de mi propio entierro y sería estruendosamente absurdo que el protagonista de todo este aparato del más acá con el que se pretende trasuntar el ámbito del más allá desmadejara, sin previa aquiescencia de los concurrentes, una carcajada estridente, sentándose en el ataúd para secarse las lágrimas y los mocos y a esa hora, tal vez teniendo que sobarse los glúteos después de haber caído de un metro y medio al asfalto sobre su cajón abierto, gracias a la estampida de los despavoridos cargadores, que no se explicarían por qué el muerto se deshacía en estertores y sacudidas de risa.“[3]

[1] Tomado del prólogo del libro “Palos de ciego“. Mario René Matute. Alfaguara 2001.

[2] “Mario René Matute (I)“. Carlos Cáceres R. Alai, 10 de octubre de 2007.

[3] Fragmento tomado del mismo libro.

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