Créditos: Lucia Ixchíu.
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Texto y fotografías: Lucía Ixchíu

Guatemala tiene un grave conflicto sobre la distribución de la tierra desde la colonia, mismo que se agudizó y profundizó con la reforma liberal y se materializó y perfeccionó durante la guerra. El repartimiento de tierras que se hizo a lo largo y ancho del país por parte de grupos oligarcas fue desmedido; masacrando y desalojando a comunidades indígenas completas en distintos lugares del país.

El valle del Polochic en Alta Verapaz y El Estor en Izabal, como muchas regiones de este país, tiene un gran valor en cuanto a recursos hídricos, tipo de suelo, minerales, también tienen la característica de ser tierras planas con grandes proporciones, tierras de mucho interés comercial, empresarial y para el monocultivo.

En el libro La histórica disputa de las tierras del valle del Polochic [1] se narran, de manera ilustrativa y documental, las miles de fincas que pasaron de ser nacionales a concesiones extranjeras. Dicha investigación es de suma importancia para poder entender la problemática de los despojos de tierras que se iniciaron en la reforma liberal y se fueron manteniendo con la guerra en Guatemala.

Si hacemos un poco de memoria y recordamos las cientos de atrocidades cometidas por el ejército en todo este territorio, se puede comprobar y corroborar que las tierras de muchas de las comunidades que fueron masacradas pasaron a ser propiedad de los mandos altos y medios del Ejército. Incluso en diversas investigaciones se ha logrado demostrar que muchos de los propietarios de estas fincas tienen nexos y han participado con el Ejército.

Panzós en Alta Verapaz sigue llorando a sus mártires y masacrados hace ya 39 años. Esta masacre, como muchas otras, fue originada por conflictos y despojos de tierra. Antes, durante y después de la guerra muchas personas de esas regiones fueron obligadas a trabajar bajo la figura del mozo colono, prácticas que para mí siguen siendo de esclavitud y lamentablemente no se han podido erradicar en este país, siendo entre los oligarcas terratenientes una práctica común y vigente dentro sus contratos laborales con la “mano de obra barata”.

Bajo el engaño, con el acuerdo de que después de ciertos años de trabajo les sería otorgada la tierra, miles de personas han trabajo de esta forma sin recibir salarios, o solo comida, han prestado sus servicios de fuerza de trabajo para el enriquecimiento de las fincas, en una amplia mayoría en el país y varios que son parte de El Estor y el Valle del Polochic.

Esta es una forma muy corta y resumida de tratar de explicar algunos de los conflictos de tierra que hay en el país y en regiones específicas, donde han ocurrido diversidad de conflictos, donde se ha criminalizado a la población que busca defender sus derechos más elementales, como la tierra, el agua y la vida.

Este tipo de prácticas esclavistas de latifundio oligárquico en Guatemala están llenas de compras de voluntades en el Estado y sus tres poderes, de impunidad y corrupción, fortalecidas con la criminalización a las y los campesinos que luchan y defienden sus derechos laborales, bajo los términos de criminales, terroristas.

En los últimos meses, debido a la coyuntura nacional, el discurso empresarial ha aumentado respecto a la petición de las cámaras empresariales de perseguir y fiscalizar a los campesinos, además de de señalarlos de terroristas. Con un profundo racismo en los discursos, disfrazado de la protección a la institucionalidad.

Después de la firma de los Acuerdos de Paz en los territorios mayoritariamente indígenas, donde coincidentemente hubo masacres y despojos de diversas formas, se instaló de lleno el extractivismo con los monocultivos y megaproyectos, como parte de los tratados internacionales y de libre comercio en el fortalecimiento de la economía y de la fases perfeccionadas del capitalismo y el neoliberalismo, que desde mi forma de entender la historia siguen teniendo prácticas coloniales.

Los pueblos indígenas y mestizos jamás han dejado que todos estos intentos por el despojo de sus culturas, vidas y territorios sea fácil. Algunos se han declarado “territorios en resistencia” y han luchado contra la imposición violenta de los megaproyectos, pagando con ello un alto precio, que incluso les ha quitado la vida.

Es en este contexto que nace y crece Abelino Chub Caal, un profesor indígena maya q´eqchi’ de la aldea Quebrada Seca de Livingston, Izabal, quien desde niño creció con las ideas de ayudar a los demás, según lo narra su familia. Se graduó de nivel medio de maestro con el sueño de ayudar a las comunidades despojadas y desalojadas en varias comunidades del valle del Polochic y El Estor, Izabal.

Llevaba años acompañando a las comunidades que fueron desalojadas en el valle del Polochic en 2011, para la implementación de un ingenio azucarero que poco después quebró y dejo pérdidas para el Estado guatemalteco que subsidió dicho proyecto. Fue Abelino Chub de los primeros en denunciar lo que estaba pasando en las comunidades que estaban asentadas en los terrenos de interés del ingenio, hubo pérdida total de las siembras de las comunidades, fueron sacados como animales y debido a esto tuvieron que buscar donde vivir.

Abelino les acompañó a buscar espacios donde asentarse y sobre todo a buscar soluciones a la hambruna y pobreza extrema en las que se encontraban.

Estos y muchos más problemas fueron parte central del apoyo que dio Abelino a estas comunidades, como promotor y profesor de las comunidades desalojadas.

Y debido a esto, está preso y lleva ya casi 300 días de detención arbitraria por defender y acompañar a las comunidades indígenas q’eqchi’.

[1] Laura Paz y Paz. La histórica disputa de las tierras del valle del Polochic.

*Publicado gazepta.gt

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