Créditos: Caricatura periodística de Bonil, 2011.
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por: Patricia Cortez Bendfeldt

Tengo poco tiempo de haber vuelto a pagar seguro social. Por los años que pasé empleada por mí misma o bajo simulación contractual, no había podido hacerlo.

Mi tía aún tuvo la suerte de poder “escarbar” en su historia laboral y conseguir “juntar” los meses de paga suficientes para recibir una exigua pensión que no incluía seguro de vida, un poco de dinero para el funeral…eso.

Yo ya no tengo esa fortuna, así que “cotizaré” lo que haya pagado en estos pocos años de vida laboral que puedan quedarme.

Durante algunos años, pagué un seguro de gastos médicos no tan oneroso, pero para mí era grande. Siempre me pareció un desperdicio de dinero, porque yo sé que los seguros ganan en base a garantizar que no los vas a usar.

Se trata de un negocio, solamente y es preciso que los agentes decidan o no si lo que te pueden pagar es pertinente y si no representa algo exageradamente caro para la empresa.

Caricatura periodística de Bonil, 2011.

Es que la empresa no puede darse el lujo de perder, vamos, no es una beneficencia, es una empresa muy lucrativa.

La seguridad social se funda sobre la solidaridad. Versiones más o menos como el “mutualismo”, el “cooperativismo” hacen su parte: trabajamos todos para que todos estemos bien.

Pero este es un país egoísta. Sigo oyendo “para que pago IGSS, mejor lo “invierto” en un “seguro privado” que me “ofrece más” y “así me aseguro que no le den mi dinero a gente que ni siquiera ha cotizado”.

Y bueno, luego no te dan nada porque “no procede” y te retiras luego de años de pagar puntual y como “olvidaste una cuota” pierdes todo.

Lástima.

Pero bueno, sigamos con el egoísmo, ya vimos hasta donde nos ha llevado.

COMPARTE