Un militar con sentido común (1)

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Créditos: Desde el cuartel
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Miguel Ángel Sandoval

 “Varios oficiales lo sabemos pero lo callamos.[1]”

En el ámbito urbano, especialmente el universitario hablar de militares o chafas es remitirse a la Chalana. Nada se puede hacer al respecto, los chafas son prescindibles, tontos, etc. Y encima de todo ya sabemos, traidores, represores. Es la historia y realmente no hay nada que nos haya dicho que no es así. Salvo, siempre hay un salvo, el ejemplo de Árbenz y más adelante de Yon Sosa y Turcios, luego paremos de contar. Uno que otro no ubicable como el Coronel Paz Tejada y se acabó.

En días recientes cayó en mi mano un libro de Edgar Rubio, un coronel en activo cuyo título “Desde el cuartel” publicado por F&G Editores, dice mucho más que cualquier cosa, para subrayar que se trata de un militar en activo, que ocupa funciones en la institución armada y que desde dentro se anima a escribir un libro con reflexiones, documentación y posición clara sobre un sinnúmero de temas.

Muchos de los temas se abordan desde su visión de militar institucional y me parece que merece la pena subrayar que se trata de un esfuerzo intelectual digno de ser reconocido. No es una proclama ideológica y una postura política a ciegas, se trata de un conjunto de reflexiones que parten desde el análisis de la historia del país y de los datos inocultables que nos da la realidad social y económica de la Guatemala de hoy. El texto que propone el coronel, pasa revista a los privilegios legales que tiene la oligarquía, al rol de los medios de comunicación, a la dependencia perversa de los militares de la oligarquía, en suma, lo que ocurre desde siempre en nuestro país.

Lo primero a destacar, su visión positiva del gobierno de Árbenz y en general de los dos gobiernos de la revolución de 1944. Hay una valoración del proyecto arbencista que es en donde se detiene, y ello visto hoy desde el cuartel es un paso de avance enorme, pues durante años el tema había sido totalmente escondido en las filas de la oficialidad, que para decirlo sin muchas vueltas, vivió prisionera del conflicto armado y de sus prácticas en los últimos 50 años.

El Coronel dice sin muchas vueltas y sin hipocresía, que él apoya el gobierno de Árbenz y que deplora la traición de la que fue objeto por parte del alto mando de la institución al momento de la intervención de 1954. Por si fuera poco, en el día de la presentación del libro de marras, la nieta del soldado del pueblo fue una comentarista, junto con un hijo del Doctor Arévalo. Asimismo, en el auditorio se encontraba Jacobo Árbenz Vilanova. Un acto de mucha calidad política y académica al calor de un texto escrito por un militar en activo.

Otro de los temas que destacan por la fuerza con que son abordados, es una visión anti oligárquica pues considera que por la estructura de ésta que sitúa como parte de la patria de los criollos, han sido los principales responsables de la situación de miseria y exclusión que existe en nuestro país y en donde los militares han sido utilizados como la principal herramienta para la defensa de sus intereses cuando estos se han visto amenazados, como durante el gobierno de Árbenz o más reciente, durante los años del conflicto armado que asoló nuestro país durante más de tres décadas. Han jugado salvo pequeños periodos, un rol pro-oligárquico.

El coronel Rubio hace un pormenorizado análisis de eso que denomina pérdida de valores en el ejército y más grave aún, esa especie de privatización de la institución qua ha dejado en el camino los valores en los cuales ha sido educada la oficialidad de las escuelas militares y de manera especial en la politécnica que gradúa oficiales.

Aquí hace una denuncia que es parte de un debate nacional inexcusable: el coronel Rubio acusa al ejército de ser una especie de ejército mercenario al servicio de la oligarquía y denuncia, desde la institución, las desviaciones y corrupción existente cuando el alto mando presta sus tropas para la defensa de los intereses sea nacionales o internacionales como el caso de las petroleras en Petén, en donde en el pozo Xan, hay un destacamento al servicio de la empresa petrolera que opera en esa región de la Laguna del Tigre.

Es el mismo hilo argumental con el que denuncia la existencia de un destacamento al servicio de la cementera en San Juan Sacatepéquez, o en la región cañera de la costa sur, en donde no es solo un destacamento sino que es una agrupación mayor denominada brigada, que incluye varios destacamentos que son pagados por los azucareros de acuerdo con lo que se denuncia en las páginas de Desde el cuartel. Un ejemplo ilustra estos despropósitos. La Montana exploradora de la mina Marlin, paga al día por un oficial Q75 y por un soldado Q40 diarios.

El tema es que de acuerdo con la visión de la seguridad que mantienen los militares, estos servicios deberían ser su obligación pero por lo denunciado, se ha convertido en un negocio espurio con cobertura de legal y de servicios prestados por la institución a la seguridad de las inversiones y la seguridad de las comunidades aledañas, ante los ataques de los inconformes, los eco terroristas, o los financiados por países extraños. Lo cual como ahora sabemos, solo encubre una práctica de corrupción detestable.

En contrapartida, la hidroeléctrica del Chixoy, la mayor fuente de energía estatal, paga unos Q50 millones por los servicios privados de seguridad que contrata. O dicho en otros términos, los servicios estatales pagan seguridad privada, mientras que la empresa privada paga seguridad estatal a bajos precios hay que decirlo. Negocio redondo. Todo ello permitido por el alto mando militar.

Y esto es un tema que el coronel Edgar Rubio señala con toda propiedad en un texto que debería ser motivo de estudio y sobre todo análisis, por parte de la academia y de gentes con pensamiento democrático. Y cuando señala este aspecto que es realmente condenable y que como conclusión, debería dar lugar a bajas deshonrosas en las filas de una institución al servicio del Estado. Al respecto la frase que abre este artículo, muchos oficiales saben pero se callan. ¿Y la lealtad, el honor y el deber?

[1] Desde el cuartel. Pág. 270

 

 

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