Créditos: Cortesía.
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Por: Enrique Corral Alonso

Abelino Chub lleva casi 90 días preso en el Preventivo de la zona 18 de la capital de Guatemala por acompañar a sus hermanas y hermanos q’eqchi’ del Polochic en la búsqueda del ejercicio del derecho a la tierra, a la alimentación y a la vida. Lo tienen sin libertades. Lo transportan de Guatemala a Puerto Barrios sufriendo vejámenes, a veces sin comida, sin dormir. Ofenden su dignidad, lo humillan. Vulneran su seguridad y arriesgan su vida. En fin le niegan el ejercicio de derechos fundamentales con el agravante de que lo hacen contra un ciudadano guatemalteco, maya q’eqchi’, hijo de los pueblos originarios más antiguos en el territorio.

La única razón es que vela por los derechos de las comunidades del Polochic, media a petición de las comunidades, en demandas de tierras en conflicto, tierras que no pueden acreditar con contundencia algunos supuestos finqueros invasores del Polochic. Abelino Chub acompaña acciones que deberían favorecer y garantizar las instituciones creadas y pagadas para ese fin. Es decir los entes del Estado.

El Estado lo tiene preso por acciones del Fiscal del Municipio de Morales responsable de la investigación, que construye cargos sobre bases falsas y por orden de un Juez parcializado de Puerto Barrios, cooptados por los acaparadores de tierra mal habida. En fin un fiscal y un juez que no acreditan su calidad de tal por su evidente parcialidad.

¡Cada día que pasa en la cárcel el Estado se degrada y devalúa más!

Cada día que Abelino y otros defensores de derechos humanos permanecen en detención arbitraria, el Estado se devalúa y desgasta más. Las instituciones pierden credibilidad y se descalifican más por obra y gracia de los funcionarios tomadores de esas inadmisibles decisiones. Son días de desgaste para la institucionalidad, días de pérdida de la credibilidad en los cuales el Estado más se deslegitima y pierde su razón de ser. Las ramas sanas del sistema de justicia, que existen, que vienen fructificando en resultados transparentes y reconocidos universalmente, oxigenan ya áreas importantes del sistema. Los fiscales, jueces, magistrados, hombres y mujeres, que hacen esfuerzos por reformar la justicia, que hacen bien y muy bien su trabajo se les debe caer la cara de vergüenza y vergüenza ajena. Los pueblos mayas, sus autoridades experimentadas en estas artes de derecho consuetudinario deben ver con creciente preocupación estos casos, a estos jueces, o estas ramas malformadas del sistema. Por otro lado deben ver con una expectativa cada vez mayor que otro Estado y cambios jurídicos,  políticos y sociales profundos e integrales son necesarios y posibles.

Cada día que pasa se abona la ingobernabilidad. Son días y  horas  que favorecen el derecho a la rebelión.

 Cada día, cada hora que pasa en esta situación de estado de injusticia, sin derechos fundamentales se abona la ingobernabilidad en Guatemala. No son las comunidades, no es Abelino Chub, no es la Fundación Guillermo Toriello, no son los organizaciones como el CUC, ni los defensores y las defensoras, no es la Cooperación Internacional quienes generan ingobernabilidad. Son los que niegan las posibilidades de vida, de alimento  de los niños y niñas en el Polochic, en San Marcos, Huehuetenango o en el Quiché, en Santa Rosa o en San José el Golfo. Son los que operan esas órdenes injustas los promotores de la ingobernabilidad. Son los que arman los argumentos para que los firmen los jueces, los que financian y pagan a esos jueces y sus tramas  los responsables intelectuales directos de una ingobernabilidad que se profundiza día a día. La gobernabilidad llegará cuando acaben estas órdenes y estas violaciones. Cuando las autoridades locales dejen de mirar a ese lado. Se podría acortar el camino  si el Estado de Guatemala fuera garante de los derechos y la justicia si los defensores de derechos fueran dejados en libertad. Cada día que pasan tras las rejas, casi una docena de indígenas mayas, se alimentan  las condiciones para la rebelión, la rebelión legítima y legitimada dentro del sistema universal de justicia.

Si Daniel Viglietti  el uruguayo de voz templada y profunda hubiera nacido o caminado por los territorios de Guatemala,  no cabe la menor duda que hubiera añadido una estrofa más a su canción “A desalambrar, a desalambrar que la tierra es tuya, es mía  y de aquel, de Pedro y María, de Juan y José”. Una estrofa escrita en idioma maya para un ensamble de marimbas con el alma de los hijos de la tierra, los Aj ral cho’ch’.

¡¡¡Libertad para Abelino Chub y para todas y todos los defensores de la tierra y del territorio!!!

3 de mayo de 2017

 

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