Ya perdí la cuenta de cuantas veces he escrito sobre la Huelga de Dolores

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Créditos: Mauro Calanchina.
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por: Patricia Cortez Bendfeldt.

Perdí también el interés en defenderla y menos en defenestrarla.

La mayoría de veces, desde que tengo memoria, desde que entré a la universidad hace 30 años la cantaleta ha sido “se pierde la razón de la huelga”, como si alguna vez hubiera tenido “razón”.

Hoy escuchaba a un grupo de niños de primaria que gritaba, quien sabe con qué motivo “revolución, injusticia, revolución” y me quedé con la idea de que en este país lo que sobra son las razones para rebelarse.

La huelga no surgió como una plataforma de denuncia, se tuvo que convertir en una ante la represión absurda que este país ha vivido y sigue viviendo.

En un inicio, los niños bien, universitarios de dinero (en esa época sólo estudiaban los que tenían dinero) se rebelaron ante la imposición cuaresmal de sus familias que, inútiles para proveerles de diversión, los abrumaban con los cortejos procesionales a los que debían asistir durante el escaso descanso escolar de la semana santa.

¿Acaso no es eso lo que seguimos haciendo?

Somos un pueblo que no se sabe divertir, “te invito a comer” dicen los famélicos habitantes incapaces de bailar, de disfrutar, de darle rienda suelta a los sentidos a no ser que sea en privado y caracterizado como “pecado”. Comer, no disfrutar, eso aprendimos y a disfrazar de disfrute la exhibición de nuestro sufrimiento. Porque vaya si no somos un país que goza victimizándose y diciéndole a otros por qué y cómo se debe sufrir.

La huelga no es otra cosa que un estallido, una respuesta, un grito de auxilio que se expresa intentando liberarse del yugo (cualquiera que este sea) emborracharse hasta perder la conciencia, bailar hasta casi morir, burlarse de los iconos de cualquier tipo, porque no hay que decirle a la huelga de quien burlarse, cada uno tiene sus fantasmas y sus dolores a los que tirarle caca y de los que se puede hacer chistes.

Sin falsos escrúpulos, sin hipocresías, se extrae lo que nos marca incluyendo la corrupción y la avaricia.

La violencia que surge de la frustración y el miedo, los que apenas transgreden la puerta del closet, los artistas metidos a intelectuales en un país en donde ser artista es una maldición. Los cantantes frustrados, las bailarinas sin espacios y sin técnica, los payasos y los bufones de todo tipo.

¿Cuál es el propósito de la huelga?

Enseñarnos que debajo de toda la mugre aún podemos gozar, enseñarnos que la burla sigue siendo nuestra herramienta contra la barbarie y el miedo. Dejarnos poner las máscaras o quitarlas esta vez sin culpas, sin angustia.

¿Se arruinó?

No, la huelga no hace sino lo que cualquier máscara: devela lo que hay debajo y si eso no nos gusta…  ¿Qué hacemos?

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