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Por: Regina José Galindo

Paty era una mujer imparable.  Feminista, gestora cultural, comprometida socialmente. Venía desarrollando proyectos para mujeres y jóvenes viviendo en zonas de alto riesgo desde hacía años atrás. Llevó el arte a zonas donde reinaba la violencia. Dejó una hija, Andrea. Paty murió inesperadamente por el disparo de un guardia de seguridad privado, en el interior de una farmacia.  Unos minutos antes de su muerte habló por teléfono con su hija y ella le pidió guardar el celular porque era peligroso mostrarlo en la calle.  Ninguna de las dos podía sospechar que la muerte estaba a la vuelta de la esquina.  El hombre que le disparó tiene una enfermedad mental y antecedentes penales por asesinato. Aún así estaba trabajando como policía de seguridad y tenía un arma bajo su control.

Andrea se encuentra ahora en un proceso penal contra el Estado por no preservar la seguridad en el país y contra la empresa de seguridad por no cumplir las leyes.

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