Créditos: Recuperada el 15 de noviembre de 2013, de Flickr
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Texto : Patricia Cortéz

Cumplir con las tradiciones, limpiar la casa, el escritorio, la habitación y hacer una hoguera con eso, todo lo que ya no usamos, lo que guarda moho y polvo, lo que significa lastre para nuestra vida.

Simbólicamente en la hoguera, el fuego purificador que varias cosmovisiones entienden como tal, se irán nuestros dolores, nuestras pesadillas, nuestras ataduras y lastres, lo que nos mantienen amarrados al pasado.

Quisiéramos quemar las naves para no regresar a lo vivido, para no pensar en lo que pudo ser y jamás se cumplió.

La casa se airea, se deja “oliendo a limpio” y la fogata en la calle evidencia que tiramos la piel vieja, que nos renovamos.

¿El diablo? vamos, si todos tenemos el mal durmiendo al lado, compartiendo el espacio de pensamiento en el que desvestimos al prójimo y a la próxima, deseándole daños infinitos a aquel que nos lastimó (como si nuestro sufrimiento también hubiera sido eterno)

Se trata de limpiar, de dejar que fluya lo bueno en la casa, se trata de recibir la temporada con la casa limpia y el corazón fresco.

El mal tomará la forma que queramos darle, el símbolo que ocupe en nuestras vidas, y la paz llegará si queremos tomarla, si dejamos de aferrarnos al pasado.

Y bueno, epidemiológicamente, se vale limpiar la casa antes que el frío diciembre obligue a virus y bacterias a reproducirse en un entorno cálido y sin salidas.

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