: 22 noviembre, 2015

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Créditos: pupglog
Tiempo de lectura: 5 minutos

Por Luis Ramirez, Estocolmo

Voy a veinticinco kilómetros por hora en la bicicleta de mi mujer. Esta es una bicicleta eléctrica y la compramos con la ilusión de cuidar el medio ambiente. A decir verdad, nunca en mi vida he manejado tanto la bicicleta como en Estocolmo, pero esto es muy normal en una ciudad nórdica. Sueño con que las ciudades de Guatemala tengan esto también, ¡y lo tendrán!.

Hago una primera escala en casa de Yuki, una amiga japonesa que necesita que le instale un guardarropa, para lo cual me ayuda Peter, el amigo con el que hacemos música en Estocolmo. Yuki vive en un barrio que está en la última estación de una de las líneas verdes del metro: Skarpnäck.

Pero mi objetivo es llegar a casa de Juana Pérez de Olson, quien esta vez ha propuesto una actividad en donde nos daremos cita para comer pupusas y beber ”glög”. En realidad no puedo describir el glög, pero se podria decir que es una bebida alcohólica que se mezcla usualmente con vino. Hemos salido ya de casa de Yuki y nos dirigimos a Hökarängen, el barrio donde está la casa de Juana, Juakin, y sus hijos: Ixchel y Federico. Peter me transporta en su carro y de paso a mi bicicleta. Él  lleva su bajo y yo mi guitarra. Hacemos menos de diez minutos para llegar.

En casa de Juana el ambiente es muy cálido, su apartamento es muy amplio y está decorado muy visiblemente con textiles de Guatemala, en la entrada en la librera cuelga un textil, en la mesa del comedor hay un mantel rojo que transmite mucha calidez. En la cama una sábana roja con rallas y con sus almohadas. En la sala una carreta típica de Costa Rica como de medio metro cubico de volumen y en la mesa del centro de la sala otra pero en miniatura; todo te hace sentir en Centroamérica.

En la casa están todos  los invitados. Veo a Roxanda, Vera, Víctor, Carlos, Masaya, Lesly, Maya; y desde luego esta mi mujer Elina y mi hijo Abel. Todos distribuidos entre la cocina,  el comedor y la sala. Roxanda y Carlos están haciendo las pupusas y todo el mundo está socializando, verlos manipular la masa me retrotrae a Guatemala. Pero las pupusas son salvadoreñas y el proceso de su preparación es siempre interesante e importante, cuando no sos salvadoreño –digo, por el deseo de aprender.

En la mesa del comedor hay ya algunas pupusas hechas, pero nadie puede empezar a comer, todos sabemos que nuestra anfitriona, Juana, debe invitarnos a la mesa; y lo hace: Juana nos invita a la mesa y empezamos las viandas. Todas y todos estamos ojeando la mesa, donde hay frijoles volteados, frijoles fritos con tomate cebolla y chorizo, repollo, chirmol y pupusas, tortillas guatemaltecas y chips. Luego pa que eso baje de la garganta, vino, cerveza, agua y gaseosas. Para el final habrá: café, te, y pastel.

Es tan particular escuchar la nuestra manera de hablar, el arcaísmo del vos, el tuteo por influencia, de los medios mexicanos. Pero nosotros somos un grupo de guatemaltecos y un salvadoreño que estamos a más de diez mil millas de nuestro país. Y en este caso compartiendo con glög -que es algo sueco- y con pupusas, que son de El Salvador.

Pero nos acompaña Peter, que es alemán, y definitivamente él está observando todo, el único vínculo que tenía Peter con Guatemala era yo -ya no-. Peter y yo nos hicimos amigos por medio de Andrew Mcpherson, un canadiense. Empezamos a tocar juntos e hicimos un proyecto que llamamos LaBrisa. Mi compañero de fórmula en la música ha empezado a hablar español, seguramente por la curiosidad de los textos de las canciones que cantamos que básicamente solo tratan sobree Guatemala. Peter conoce cada vez a más guatemaltecos.

Juakin y Juana son excelentes anfitriones, su casa es super acogedora. Joakin fue el que nos abrió la puerta, lleva una camisa de Todos Santos Cuchumatanes, es una de esas camisas que yo siempre he querido tener, con sus botones bonitos y su cuello coquetón, todo mezclado entre los tonos celeste y rosado de la tela y su rallas de textil típico en las mangas y en la parte media donde van los botones.  Nos dio la bienvenida con una calidez centroamericana y caribeña diría yo. Él es rubio y blanco porque es un típico sueco o finlandés,  pero sólo abre la boca en español y descubres algo increíble. Un guatemalteco, un nica, un salvadoreño y un tico. Un hombre con extraordinarios conocimientos no solo de la cultura de Guatemala sino de Centroamérica y supongo que del caribe y el mundo. Yo entendí que era buen anfitrión cuando me ofreció una cerveza :) entonces una enorme línea curva se dibujó en mi rostro para pelar los dientes, y luego salió de mi boca en sueco, “tack” que es la palabra sueca para gracias.

La noche sigue y la socialización es intensa, en un estilo muy centroamericano. Aunque claro está, los que vivimos en este país, hemos sido influenciados por sus costumbres. Por ejemplo quitarnos los zapatos al entrar a casa de Juana y Joakin y los abrigos – claro que esto necesario si hay nueve grados afuera y si el piso de las casas es de parque-. Tambien es sueco que todos llevan algo a las fiestas, bebidas comidas etc; y al final de cada actividad, hay que ayudar a lavar los platos.

Pero nosotros estamos en la parte intermedia de nuestro encuentro y de lavar los platos por ahora nada, lo que hacemos es hablar, todos alzando la voz como si no hubieran bebés – el caso es que habían tres-.

¿Y los adultos? Unos en la mesa, otros parados alrededor del comedor otras en la sala, en fin, todo el mundo hablando. Joakin pone música, ofreciéndonos cumbias, por ahí creo que algún son también y algunas canciones del general creo… bueno no estoy seguro si las puso en su estéreo o las cantamos ya algo entonados. En todo caso música había. El recuerdo que es nítido es que Joakin baila, y vaya que baila.

Federico -el hijo mayor de Juana y Joakin- tiene unos calcetines negros con rayas verdes oblicuas… ¿Y eso que tiene que ver con el artículo? – No sé, pero estaban chileros-.

Después de este corto sin sentido, continuo con la descripción.

Hay que decir que la comida estuvo deliciosa, todo, las pupusas, los frijoles de Roxanda, los frijoles de Masaya, el chirmol -que no sé quien lo hizo- pero igual, y el repollo. Abelito mi hijo comía las pupusas  con gusto y sin ningún escrúpulo y sin respetar reglas. Se untaba los frijoles y el queso, el chirmol, todo sin el más mínimo respeto del protocolo. ¡Pero que protocolo si las pupusas se comen con las manos!

La primera lección centroamericana para esta noche de Peter nuestro amigo alemán es que las pupusas se comen con las manos. Después de ver a Peter comerse su pupusa con tenedor y cuchillo, yo dije en sueco: “förbjudet att äta utan händer” (prohibido comer sin las manos) para mi comerse una pupusa con cubiertos, es como tomarse un atol en una copa de vino.

Bueno, antes de culminar con la actividad Masaya tocó unas canciones para que todos cantásemos Peter y yo tocamos Hombres de Ixim y una canción más; y luego Juana nos agradeció por compartir en su hogar y luego nos pidió cerrar los ojos,  -los cerramos- al abrir los ojos, Federico esta con su saxofón en mano, con su atril y sus partituras y toca unas melodías, al parecer de compositores suecos. Y esta fue nuestra agradable tarde de invierno en casa de Juan y Joakin, con pupusas y glög.

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