Créditos: Kajkok
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Kajkoj Maximo Ba Tiul

Cuando el  territorio de Tezulutlán, comienza a ser devorado y devastado por la ambición inhumana del poder finquero o el poder del patrón, que quiso hacer de los pueblos originarios (Ch’ol, Lakandon, Ak’ala’, Q’eqchi y Poqomchi) sus súbditos, sumisos y obedientes, se inicia el choque entre dos ethos.  El ethos del finquero y el ethos comunitario. Dos ethos imposible de articularse y armonizarse, porque el primero es depredador y el segundo es armónico y respetuoso.

Hoy después de muchos años, el ethos finquero sigue haciendo estragos al ethos comunitario.  Al igual como lo hicieron cuando este territorio fue presa del capital alemán o del capital belga.  Así hoy el capital transnacional aliado al capital nacional, sigue rompiendo el tejido social comunitario, sin importarle que esto pueda causar muertes y daños profundos en la vida de los pueblos indígenas de la región.

Las comunidades Q’eqchi y Poqomchi, hoy siguen defendiendo lo poco que les queda, porque es su vida y su futuro.  Pero esta forma de vida, hasta el momento no ha sido atendido ni entendido por los grupos de poder existente y a fuerza de todo, teniendo el aparato estatal a su favor, hacen y deshacen con la vida de las comunidades.

Esto ha llegado a su punto más alto, cuando son asesinados los niños David y Ageo, de la Comunidad Monte Olivo de Cobán Alta Verapaz, por un trabajador de la hidroeléctrica Santa Rita, de la empresa Inver Energy, de la familia López Roesch, asociada con la trasnacional estadounidense Duke Energy. Esto y otras situaciones se están dando por el hecho de que el ethos comunitario de los pueblos originarios no es compatible con el del finquero, que impulsa el modelo neoliberal.

Después de esta larga noche, solo nos queda decir, con las palabras de Norma: “David y Ageo van de camino a su casa, a su tierra, a donde enterraron su ombligo, allá, debajo de las montañas que solo hablan Q’eqchi’, que le rezan al viento y beben kakaw, van de la mano de sus abuelas y abuelos que vinieron desde los Oxlaju Tz’ultaq’a, a encaminarlos de vuelta al vientre de la Madre que ve como sus hijas y sus hijos paren,  luchan, viven por la lucha, mueren luchando”.

Los sentimientos de justicia son profundos,  este hecho no debe quedar en la impunidad. David y Ageo son la luz dentro del túnel para lograr la justicia a favor de los pueblos; como lo dicen sus hermanitos de la escuela donde ellos estudiaban: “Keke y Esthu, te recibimos con todas nuestras almas y fuerzas y con los brazos abiertos […] yo te tengo a ti y tu me tienes a mi […] me recuerdo de la amistad que compartimos nosotros los niños que nos encanta hacer la tarea cada día”.

Hoy David y Ageo se van a alimentar la Madre Tierra, pero nos dejan una tarea a seguir;  luchar contra el poder devastador, caminar hacia la construcción de un mundo humano y justo y seguir luchando para que pronto los niños y niñas de  Iximulew canten y alcen la voz de la libertad”.

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