Créditos: Juan Calle.
Tiempo de lectura: 5 minutos

Texto y fotografías: Juan Calles

Una jornada inmensamente larga y cansada, pero igualmente satisfactoria, después de 21 audiencias kilométricas, a lo largo de casi tres meses, me desperté sabiendo que hoy encontrarían su final. Estaba enfermo, mi cuerpo viejo y cansado, me pedía que siguiera en la cama, pero había una energía extraña y desconocida que me hizo ponerme en pie y correr hacía la Torre de Tribunales,  se dictaría sentencia, en ese momento no sabía que sería una jornada ininterrumpida de casi 24 horas.

Eran las ocho de la mañana y subí los trece pisos esquivando privados de libertad, custodios, abogados perfumados, jueces presumidos, y llegué a la sala del Tribunal de Mayor Riesgo C para encontrarla desierta, segundos después me enteré que la audiencia se trasladaría a la Mega Sala, en donde se podría recibir a mucha más gente.

Durante la mañana se escucharon las últimas palabras de Hugo Ramiro Zaldaña Rojas antes de dictar su sentencia. Habló de sus deberes como soldado, de su servicio a la patria, de dios y dijo algo que me pareció tetrico “Si volviera a nacer, volvería a  hacer todo lo que hice por mi patria”, siendo Zaldaña reconocido directamente por doña Emma Theissen Álvarez de Molina, como la persona que se llevó a Marco Antonio, su hijo de catorce años, esa declaración le cayó encima a Zaldaña como una pared de ladrillos.

Después de su declaración tuve la oportunidad de entrevistarlo y entre anécdotas y comparaciones futboleras dijo que nada de lo que se le acusa al Ejército de Guatemala es cierto, que los desaparecidos migraron o murieron en la montaña o son los muertos del terremoto del 76.

Zaldaña fue el S2 de la Brigada Militar Manuel Lisandro Barillas de Quetzaltenango, que fue utilizada para detenciones clandestinas e interrogatorios bajo tortura, los S2 tenían la función de obtener información de los capturados para la inteligencia del Ejército, sus métodos eran brutales, como todos sabemos; Zaldaña era el encargado de tal tarea.  Hoy está condenado a 58 años de cárcel.

Una espera de catorce horas

La capacidad humana de esperar y aguantar jornadas largas de trabajo siempre me sorprende, esperar la sentencia en este caso histórico fue una prueba de vocación, solidaridad y resistencia. El juez Pablo Xitumul citó para las tres de la tarde, llegamos una hora antes y nos instalamos ansiosos y nerviosos. La Mega Sala lucía atiborrada de gente, todos los medios de comunicación estaban presentes, el espacio no era suficiente para tantos comunicadores y comunicadoras, hubo periodistas que reclamaban controles de quien en realidad era periodista y quién no, siempre hay piedras en los zapatos.

Llegaron las cuatro de la tarde y los jueces no se presentaban, no sabíamos que debíamos esperar trece horas más y ver cómo la madrugada llegaba lenta y cansada; mientras transcurrían las horas mucha gente decidió retirarse del lugar, los que íbamos quedando dormitábamos en los rincones, compartíamos cigarros y un terrible café, conversábamos y hacíamos chistes, nadie sabía que pasaba, por qué el Tribunal no aparecía después de tantas horas, la falta de información generaba ansiedad y molestia. A las cuatro de la mañana se anunció la llegada de los tres jueces, en los altoparlantes se escuchó: “Ponerse de pie para el ingreso del Tribunal…” y un silencio nervioso invadió la Mega Sala de audiencias. No hubo ni una disculpa por la larga espera.

Una condena histórica  reconoce la historia de este país

El juez Xitumul fue categórico, hizo ver los errores de una y otra parte, en cuanto a la defensa de militares afirmó que utilizaron falacias y trataron de engañar al Tribunal y por el lado de los querellantes afirmó que habían inconsistencias en su investigación. Luego de las reprimendas a todos los sujetos procesales inició a leer la parte concluyente.

La cúpula militar más sangrienta y brutal de Latinoamérica estaba siendo condenada, mientras el juez argumentaba sobre la responsabilidad de los acusados, yo pensaba en los miles de universitarios ametrallados, secuestrados, mutilados, desaparecidos, pensaba en las miles de familias indígenas masacradas, en las miles de mujeres violadas brutalmente, en los miles de sindicalistas torturados, pensaba en el daño que esa cúpula militar le ha hecho a este país que hoy parece a la deriva y todo consecuencia de sus actos criminales, algo innegable a  la luz de los hechos.

En una pantalla a lo lejos Benedicto Lucas escuchó la sentencia desde el hospital, vestido en pijama de enfermo, impasible, no movió ni un músculo, mientras su hijo, el abogado Jorge Lucas Cerna desde los primeros minutos de la lectura de la sentencia se paró y desapareció de la pantalla. Benedicto Lucas se jacta de vencer a la guerrilla utilizando lo aprendido en Francia, es decir, tortura, desaparición forzada, masacres, delitos de lesa humanidad, por todo ello hoy es un condenado a 58 años de prisión.

Manuel Antonio Callejas y Callejas hoy luce como un anciano que arrastra los pies al caminar, sin embargo Callejas y Callejas es conocido como  el Padrino de la inteligencia militar, el “Cofrade Mayor”, el “Patrimonio” de la G-2, la máxima figura de la comunidad de inteligencia militar, una figura intocable, con vínculos en el  crimen organizado y estructuras represivas. Hoy fue condenado a 58 años de prisión por la desaparición del niño Marco Antonio Molina Theissen y la violación agravada de Emma Guadalupe Molina Theissen.

Hugo Ramiro Zaldaña Rojas, el “hombre” que metió en un costal a Marco Antonio de catorce años y lo tiró a la palangana de un pick up y se lo llevó para desaparecerlo, todo frente a su madre doña Emma y quien ordenó y condujo los interrogatorios, la violación y tortura de Emma Guadalupe, también condenado a 58 años de prisión.

Luis Francisco Gordillo, miembro prominente del Ejército, se mostró durante todo el proceso como un anciano pobre y enfermo, que no recordaba nada de su pasado, comandante de la brigada militar Lisandro Barillas en donde bajo su cargo se construyeron sitios para interrogatorios y tortura y durante su cargo se detuvo y torturó a Emma Guadalupe Molina Theissen fue condenado a 33 años de prisión.

El único absuelto fue Edilberto Letona Linares, de los delitos contra los deberes de la humanidad y violación agravada, ya que por su grado y atribuciones en la zona militar no correspondía con lo sufrido por Emma Guadalupe.

Luego de escuchada la sentencia y anotar los detalles guardé mi arrugada libreta de periodista y aplaudí con alegría, celebrando junto a la familia Molina Theissen quienes se abrazaban y lloraban; aplaudí fuerte, con ganas, los periodistas de medios corporativos me miraban extrañados, una tonta regla periodística que nos machacan en la universidad es la objetividad, pero la historia de este país no merece una palurda objetividad y mi aplauso y mi grito de justicia (el grito me salió automático) fue de un periodista con una clara posición ante lo que estaba viviendo.

La familia Theissen salió arropada por la gente que a esa hora aún estaba en la sala de audiencias, que aplaudían y cantaban el poema de Otto René Castillo, “Aquí no lloró nadie, aquí solo queremos ser humanos, vivir la vida no morirla”.

Y así se cerró un capítulo en la historia de esta guerra en la que de forma desmedida el Ejército controló a una población que resistió, luchó y enfrentó la violencia de una forma heroica. Hoy sus verdugos están condenados; hoy hay un poco de paz y justicia para quienes queremos vivir la vida, no morirla.

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