Recuerdos de un encuentro fortuito con Juan Gerardi

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Créditos: Miguel Ángel Sandoval
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por: Miguel Angel Sandoval

Que los objetos tienen vida propia o que se encuentran asociados a momentos de la vida de uno es algo que no debería generar mayores comentarios. Es claro y transparente. En mi caso, hay unos cubiertos, una cuchara sopera y un cucharilla para mover el café que me llevan a decir que tengo un par de cubiertos que tienen la cualidad de situarme cada vez que los tengo entre las manos, en el día que los compre en un supermercado de la sexta avenida a pocos pasos del parque Morazán.

Es una cuchara y la cucharilla, no siempre aparece el cuchillo o el tenedor, y no recuerdo si en verdad los compre como juego o si solo fue la cuchara y la cucharilla, aunque si rengo recuerdos del cuchillo y no del tenedor, con un mango azul redondo, nada del otro mundo por supuesto, pero que al tenerlos entre las manos me llevan a evocar un encuentro fortuito con Juan Gerardi Conedera.

Fuente https://loiolaxxi.wordpress.com
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Quizás por vivir a un par de cuadras de ese supermercado, era casi seguro lo utilizaba para hacer algunas compras de esas imprevistas pues por lo ordenado que era pienso que hacia las compras para el mes o por lo menos la semana, y ese día, en el momento que abandonaba el súper para seguir con mi camino, apareció el Obispo y nos saludamos como viejos conocidos. -Que andas haciendo vos, me dijo -le respondí que comprando unos cubiertos para mi casa, Monse, que es como le decía.

Era el inicio del año 97, a unos pocos meses de la firma de la paz. – desde cuando vos usas cubiertos, me dijo Y soltó una de sus carcajadas proverbiales y en medio de la risa me bromeo -ahh es para dejar de comer con las manos, aludiendo a la idea que en las guerrillas se comía con los dedos por falta de estos pequeños instrumentos de la mesa. En esa ocasión, Monseñor Gerardi, iba acompañado de Ronald Ochaeta y luego de intercambiar dos o tres comentaros sobre los días y las cosas que pasaban en el país y en el cotarro nacional, nos despedimos con afecto.

Lo había conocido en alguna reunión en Cuernavaca, o de Quito o en algún hotel de la ciudad de México durante las conversaciones de paz, pero no recuerdo en verdad en donde fue la primera vez que coincidimos. Y si recuerdo como grabada al rojo vivo, esa ocasión, como si hubiera ocurrido ayer, en la salida del supermercado. Quizás por ello ese par de cubiertos me ponen a pensar en tantas cosas y todas asociadas con el obispo Juan José Gerardi Conedera.

Todavía no se presentaba el informe conocido como el Remhi.

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