Créditos: Nelton Rivera
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por Jonatán Rodas.

Fotografía de Nelton Rivera.

Discutir sobre la pertinencia de celebrar o no la independencia de Guatemala quizás sea uno de los temas menos importantes de las actuales coyunturas. Pero quizás sea necesario volver al asunto  por calores ideológicos que por lo que la insistencia en la celebración, en los términos en que se sigue realizando en muchos lugares, produce en interrogantes. Mis reflexiones aluden específicamente a una reciente invitación lanzada por el Colegio de Psicólogos de Guatemala para celebrar un acto cívico “para fomentar el patriotismo”.

Los acontecimientos del año pasado así como sus respectivos análisis me ayudaron a comprender que más allá de lo que evidentemente se buscaba (la renuncia de funcionarios corruptos) se alimentó un sentimiento de ciudadanía guatemalteca que hace mucho tiempo no se producía, al menos no en esas proporciones. Muchos que no profesamos sentimientos nacionalistas nos conmovimos escuchando el himno nacional en los pasillos del Portal del Comercio aquella tarde en que parecía que la lluvia detendría el ímpetu de la gente. Desafortunadamente el sentimiento de orgullo y dignidad que rondaba en el ambiente tuvo una mala inversión en las urnas electorales, pero eso es otro tema.

Menciono lo anterior porque esos y otros detalles podrían ayudar  comprender como los llamados al civismo y al patriotismo quizás atiendan a resabios de aquellos sentimientos. Ahora el problema, o más bien la inquietud que me genera una invitación como la mencionada arriba es que el cuerpo colegiado de una profesión y ciencia tan fundamental para la comprensión de la realidad nacional acuda a esas nociones de manera tan poco responsable, sin colocarlas en cuestión, ya no por el arte de hacer política sino por el constante ejercicio de analizar la realidad de manera rigurosa.

Al igual que un colega que denunciaba en Facebook un evento similar en Escuela de Ciencia Política de la USAC, yo me preguntaba ¿y entonces no había cursos en el currículo de psicología donde se leían, al menos, a Carlos Guzmán Böckler y a Severo Martínez Peláez? Insisto, no apenas por inclinación ideológica sino porque el estudio de una formación social, para el caso de los profesionales de las ciencias sociales, requiere de considerar todos los argumentos posibles a fin de formarse una idea más elaborada que su propio sentido común.

Si un psicólogo o una psicóloga no puede o no quiere problematizar las estructuras sociales, económicas y políticas en las que participan las personas con quienes trabaja (pacientes, clientes, grupos, etc.) cómo entonces puede entenderlas histórica y socialmente. Lo contrario significa que entonces, ha de estar trabajando con individuos des-historizados, descontextualizados y, consecuentemente, ajenos a su realidad. Esto último quizás el mayor riesgo de los abordajes de moda en la psicología y en otras ciencias del campo social.

Las celebraciones, por definición, son formas conmemorativas. Y las conmemoraciones a través de sus formas rituales y ceremoniales recrean, reviven, actualizan formas de ver y entender el mundo. Por muy inocuas o inocentes que parezcan, eso hacen. Si no de qué otra forma se enteran los niños de “los próceres” y, sin saberlo aún, comienzan a aceptar un cierto estado de las cosas. Una de las grandes maravillas de Freud fue haber explicado la neurosis como una mala interpretación de la realidad basada en ciertas creencias, de allí que la solución o mejor dicho, la consecución de un principio de realidad (o salud mental, como le llaman) fuera la revisión  de esas creencias ¡para cambiarlas!

Viendo ese tipo de invitaciones y celebraciones es donde uno empieza realmente a preguntarse si Guatemala realmente ya cambió.

COMPARTE