Créditos: Cortesía.
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Por: Benvenuto Chavajay

Me llamo Benvenuto Chavajay González, hijo de Clara González Baram, nieto de Francisco Ixtetelá González.

El apellido “González” fue impuesto a mi abuelo por un trabajador de la municipalidad. Mi abuelo pastoreaba vacas. Cada vaca era un sello en la hoja de la cédula. Cada cierto tiempo, mi abuelo cambiaba de cédula. El trabajador de la municipalidad, un ladino a quien le costaba escribir Ixtetelá, sin informar a mi abuelo, decidió escribir “González” como primer apellido. Mi abuelo era analfabeto. Aclaro, analfabeto según la razón occidental.

Mi abuelo no supo del cambio de su apellido hasta que un hermano menor de mi madre se enteró del agravio de la dolorosa anulación de su apellido ancestral. De los cuatro hermanos, dos de ellos llevan consigo ese dolor. Mi madre es analfabeta. Aclaro, analfabeta según la razón occidental.

Yo, Benvenuto, dibujé en forma de escritura el apellido negado a mi madre: Ixtetelá. Mi madre, copió y copió la grafía hasta que las letras empezaron a descomponerse, a desvanecer, dando paso a una caligrafía que recupera la autenticidad de los signos ancestrales que solo mis antepasados podían identificar; formas particulares de percibir e interpretar la realidad.

Legalmente, mi solicitud de cambio de apellidos – “Chavajay Ixtetelá” en lugar de “Chavajay González” – está en proceso jurídico. El performance es un gesto en el que me tatúo, abajo del ombligo, el apellido negado a mi madre, utilizando la última grafía de la transcripción hecha por ella; y recordando el poema de Francisco Morales Santos “Madre nosotros también somos historia”.

Tomado del muro de facebook del autor.

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