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Por: Patricia Cortez

Guatemala tiene una legislación de avanzada en algunos aspectos, entre estos el del aborto terapéutico. No puedo imaginar que ningún médico guatemalteco vaya a pedir cárcel para una niña que aborta a medio patio de la escuela. No hay manera de saber si ese aborto correspondía a un aborto espontáneo, que se da en uno de cada cinco casos y que se estima, ocurren en el primer trimestre del embarazo y de los que muchas mujeres ni siquiera se dan cuenta, confundiéndolos con una menstruación abundante.

Tampoco me puedo imaginar a un médico guatemalteco pidiendo autorización legal para remover un embarazo molar, una anomalía que puede convertirse en cáncer si no es extraída y la mujer medicada. Menos puedo pensar en alguien parado frente a una mujer con un embarazo de menos de 20 semanas que convulsiona, como parte de una eclampsia temprana, y que se niegue a remover el embarazo. No hay posibilidad alguna de que ambos sobrevivan y si lo deja, ambos morirán. Esto no es sino reconocer que no siempre la naturaleza lleva a cabo sus planes de la mejor manera, y que muchas veces el embarazo pone en riesgo la vida de una mujer, impidiendo que ambos, el feto y la madre, puedan sobrevivir. Un aborto diferido, en el cual el feto ha dejado de latir, puede convertirse en un problema cuando el cuerpo no consigue excretarlo. En ninguno de estos casos, dejar que “la naturaleza siga su curso” es la mejor solución, y hay más, embarazos ectópicos que se rompen y aunque, el embrión sigue vivo, no hay manera de regresarlo a donde debió formarse, y si lo dejamos ahí, matará a la madre. Ningún médico guatemalteco es tan poco instruido para entender esto, no es posible siempre ganarle a la muerte y ante la duda, se opta por el mal menor, aquel que haga menos daño o aquello que pueda salir mejor.

Nada de esto es una apología al aborto. Las condiciones que pueden hacer peligrar la vida son muchas y cada una de esas es tratada en este país como una urgencia. No se impiden ni se ponen trabas legales a estos casos. Se trata de una de las escasas cosas en las que somos avanzados y no nos ponemos con las cuestiones religiosas antes que con la realidad y la vida. Se propone ahora en el Congreso aumentar una causa que puede poner en riesgo la vida de las adolescentes, y es el embarazo forzado. Una de las primeras causas de suicidio en adolescentes, más en el área rural, es el embarazo. Las niñas no optan por un aborto riesgoso, van de una vez al suicidio, sabedoras de que no conseguirán apoyo de nadie para el aborto, prefieren ir a lo seguro y matarse. ¿No será esta una amenaza a la vida suficiente para pensar que, una madre muerta no le ayuda en nada a un embrión o un feto?

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