Créditos: Lucia Ixchíu- Indígena K´iche
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por: Lucia Ixchíu

Hay cosas que tenemos tan naturalizadas en nuestra vida diaria y sin duda el racismo, por ser estructural, es una de ellas. Desde hace meses en las redes sociales viene dándose un debate sobre qué es racismo y qué no.

Soy una mujer indígena k´iche de 26 años. Nací en Totonicapán, un municipio donde el 99 por ciento de la población somos indígenas. Sin embargo, en las calles cuando era niña, a la hora de jugar, nunca faltaron las expresiones como “pareces indio”, o “mejor no jugamos con ustedes, son muy indios”.

Mi papá me contó que, cuando era niño y vendía en el mercado con mi abuela, le daba coraje escuchar y ver cómo la trataban. “Vos Juana”, le decían, el trato para con ella así, era por parte de las mujeres ladinas del pueblo, que siempre le hablaron de “vos”. Siempre me ofende también el típico comentario de “parecés tomatera”, pues mi abuela lo era y era una mujer muy calmada, respetuosa y muy cariñosa.

Podría pasar contando en este relato todo los tratos peyorativos para mí y mi familia por ser indígenas comerciantes, expuestos a cualquier tipo de trato, como el caso del abuelo que era dueño de una lotería y le decían “vos Juan, loteriero”. Pero la victimización me da hueva. Sin duda que hablar de racismo es algo que a la gente le horroriza, sobre todo cuando en su cotidianidad ve cuestionado ese tipo de prácticas, y para no darnos baños de pureza, en este país más de alguna vez todos hemos sido racistas.

Lucia Ixchíu- Indígena K´iche

Pero cuando somos nosotras y nosotros los indígenas quienes nos cuestionamos el racismo y lo cuestionamos en el trato cotidiano, siempre, siempre se nos trata de resentidos e incluso se nos tacha de –algo que me da mucha risa– “indios racistas” o de que usamos el racismo al revés.

Y como bien decía la Maya (hip-hopera): “sí, soy una india resentida y eso solo va cambiar cuando la brecha de la desigualdad en este país cambie, cuando haya oportunidades para todas y todos sin ver si se es indígena o no”.

Y derivado de un debate muy interesante en una red social, cito textualmente el aporte de Pablo Rangel sobre el racismo que hizo mi piel erizar, por la verdad tan dura y profunda del racismo estructural en el país: “Así es la cosa. El racismo muta dependiendo del estrato social y étnico. El del ladino es chueco, lleno de sinsentidos, chistes, violento, se da en la calle, a escondidas y con risitas a las espaldas y algunos ya se pelan y lo dicen en la cara… pero el del criollo es omnipresente, excluyente, severo y explotador…cada racismo es como el grupo que lo ostenta…, a veces ridículo y a veces político…”.

Y como dice Fanon: “En una cultura con racismo, el racista es normal” y así es como nos encontramos en este país debatiendo sobre cosas cotidianas y normales.

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